A Ana
Áurea centella es tu roce
y tu tez nacarada es de sal,
cual nereida fugaz apareces
en mágico y curvo huracán.
Y no es mito, es tu prímula esencia
que el aire te invita a anhelar;
preciosidad que retoza en ternura
y que ahoga delirios de un ente mortal.
Un clímax oculto es hechizo,
maldición olvidada incapaz:
temor ignorado por clanes
que no subyagaron tu amar.
Mi arma es distinta y sencilla:
mi pluma y mi hondo rimar.
Con versos encanto a tu canto
de sílfide ilusoria y real.
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