A las víctimas del terrorismo
Ahora sé que no hay remedio,
mas contraigo mi lamento:
Asesino fui del viento
por un falso pensamiento.
Sofísticas creencias
en mi alma me inculcaron;
con terror y con violencia
los temores me abrasaron.
¿Qué derecho yo tenía
a sesgarles su buen hilo?
¿Por qué Dios me permitía,
de mi arma, usar su filo?
Mi culpa se dejó engañar
por palabras tan impuras,
¿por qué yo no supe hallar
la verdad en su locura?
Pues si un paraíso existe,
de este modo, no es su entrada.
Atrapada por ideas tristes
quedó mi libertad esclava.
Hubo fuego, muerte y lágrimas
cuando el cielo ardió en urgencia;
quebráronse inocentes ánimas
y no quedó ninguna ilesa.
Vencí al infiel con mi cruel acto
y mi emergente tumba fue el silencio
examiné hacia donde parto
y mi destino era el infierno.
Pensé: No es esto lo que el profeta indicó,
sus palabras no fueron así creadas;
¡maldito sea aquel que me engañó
y me forzó a creerlas malinterpretadas!
Ni fue, ni nunca será divino acabar con el que es tu hermano
aunque su lengua y su credo no sean los de tu altar;
jamás debes permitir que alguien se adueñe de las que son tus manos,
la vida eterna solo alcanzas si eres libre para amar.