Suenan campanas de iglesia
en un día de alegría;
el novio espera, nervioso,
a su futura armonía.
Se oyen latidos inermes,
preguntan con agonía:
- ¿Dónde estará mi señora?
Nunca dudé que vendría. -
Duela y recorre el pasillo,
presa de la felonía.
El invitado murmura
qué es lo que la retendría.
Eterno es visto el minuto,
el segundo es agonía;
para él ya no avanza el tiempo,
se acaba su fantasía.
La novia, por fin, aparece;
símbolos de solanía.
En su rostro resplandece
sonrisa de alegoría.
Mas algo no es excelente:
Su ramo ella retenía;
él nunca consigue verla,
ella lora en sintonía.
Una visita recibe,
sintiendo la alevosía;
la victoria la ha llamado
a su silla eterna y fría.
Y aunque en la iglesia aparece,
nadie poderla sentía,
pues no es viva su mirada
y ella, de gris, se vestía.
1 comentario:
¡¡Qué lorquiano!! Este me gusta mucho!!
Me encantan los poemas que cuentan una historia <3
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