Cuando mi luz se aparezca tan fría y distante
que en mis pupilas se sienta la faz victoriosa
y mis palabras hablen en canción cadenciosa,
no querré ver llantos, sino sonrisa flamantes.
Silencio saciado en soledades siseantes
mientras las llamas devoren mi piel golosa
que deberá estallar en cien músicas graciosas
y hacer a mi alma junto a ellas participante.
Pues no es tristeza lo que se asemeje en mi hora;
de mi ser, póstumo deseo entusiasta y fugaz;
sino felicidad y júbilo por mi existencia.
Quedaré así presente en las conciencias ajenas,
y el espectáculo continuará en la dulce paz
que tendrá mi espíritu en alegría sincera.
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