26 de septiembre de 2012

La Rosa sobre mi Piano

A la Princesa de Sueños Rotos

Hacer el amor
adquirió un nuevo significar.

No tocaba el piano, no...
Amaba a las teclas
como nunca amé a nadie...
como tú me enseñaste a hacerlo...
como solo he sabido (y sabré) hacer contigo.

Eras una rosa.
Una rosa entrelazada en mis dedos.
Tus pétalos y mis manos
imaginaban, cada noche, 
una danza intensa, mágica y brutal.

Baile y melodía.
Pasión y deseo.
Besos.
Piel.
Corazón.
Amor.

Pasado, presente, futuro...
¿Carpe Diem?
No...

No solo de pétalos se alimentan las flores.

PÉTALOS... espinas... sangre...
pétalos... ESPINAS... sangre...
pétalos... espinas... SANGRE...

Sangre.
Sangre.
Sangre.

Y más sangre...

Cada nota es un martirio.
El marfil se tiñe de escarlata.
¿Dónde se escondió la danza?
¿Dónde fueron a parar tus pétalos?

Cuando una rosa se marchita...
... solo nos quedan sus espinas.

Pregunto... me lamento...
dudo... y tengo miedo...

¿Y mi música?
¿Y mis versos?
¿Me lo has robado todo?

¿Quién sanará las heridas de mis dedos?
¿Quién me enseñara a cantar, de nuevo?

¿Por qué?
¿Por qué tan injusta... tan cobarde?

¿Por qué ya no puedes serla?
La Rosa sobre mi Piano.

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