Ha sido engañada por ti.
Ahí eres miserable.
No es la gente del pueblo,
ni es la estructura del castillo,
ni siquiera las labores propias.
No son las tardes de lluvia
fría y copiosa,
tampoco las noches en vela.
Es el no pertenecer,
es el castigo diario de no ser tú.
Callando y sonriendo,
entregada a la resignación
por la misma voluntad.
Ahora, hay que escapar
de la invisible prisión.
Mientras, ella te espera,
lejos, muy lejos...¿Ya la viste?
Allá flameante y viva,
es tu musa y ya no es confusa.