A J. L .
No más que un fantasma,
ni tan siquiera un fantoche...
Un florete en sus manos
no es más que un derroche...
El sable maneja
sin brillo ni esmero...
creyendo, él mismo, sin serlo,
elegantísimo caballero.
Diminuto en justicia,
rendido... y sin gracia,
si de algo carece: marra, no es,
con la espada y en guardia.
¿Eso es esgrima?
¡Valiente italianada!
Algo yo afirmo:
¡Él disgusta hasta a las damas!